Todos tenemos una lucha… Todos tenemos algo para decir. Algo tienen que decir los niños y las niñas, algo tienen para decir los indigentes, los millonarios, los policías, algo tienen para decir los vivos, algo tienen que decir los muertos.
En los últimos años me voy dando cuenta que muchas personas, sobre todo, quienes tienden a volverse “mediáticos”, comparten un mensaje o un estilo de vida claro y contundente, si bien no traducido en una consigna, sí en una visión, filosofía, o lucha clara. Hay quienes luchan por la dignificación de los pueblos indígenas, otros por el cambio climático, algunos otros encuentran su argumento central y su vida gira en torno al reconocimiento de la diversidad sexual. Otros será por temas de Fe, buscan fundamentar su Fe y su creencia en su actuar, su hablar y las cosas que comparten, otros emprenden luchas para solventar problemas sociales, como educación, salud, higiene, recursos naturales, etc. Algunas otras luchas son un poco más abstractas, pero no dejan de ser “luchas”, en defensa de valores, bajo la premisa de que el mundo sería mejor si todos lo aplicáramos. Me dediqué a hacer esta pregunta a varias personas y todas tenían algo que contestarme ante la pregunta ¿cuál es tu lucha o tu valor central? (explicando un poco el contexto), recibí respuestas de todo tipo como:
- “Yo lo que busco engendrar es la amabilidad, siento que con un poco más de amabilidad podríamos relacionarnos mejor entre todos. Todos merecen ser tratados con respeto”.
En mi caso personal, mi valor y tema de construcción principal es la PAZ. Trato de llevar todas mis relaciones sociales, artísticas y laborales bajo un discurso constante de PAZ y todo lo que eso conlleva, ante cualquier conflicto busco enfrentarlo desde la calma, desde la empatía, busco alimentar la inteligencia emocional tanto mía como de quien me enfrenta con una discrepancia, accidente o ideología distinta. Abrazo la diversidad de pensamiento y trato de traer toda situación personal a la calma.
Algunos otros temas populares que encontré fueron:
A. Contra las grandes industrias
B. Amor Propio
C. La lactancia materna
D. Observación Política
E. Diversidad de prácticas de la maternidad
F. Consciencia ambiental y cambio climático
G. A favor de los productos orgánicos
H. El reciclaje y buen manejo de desechos.
I. Escuchar música con sentido. Etc, etc, etc...
Temas muy lindos, sin embargo, a veces incongruentes con la cantidad de otras temáticas que atascan nuestras redes o nuestras conversaciones e inconscientemente guían nuestro comportamiento con valores superficiales, alejándonos de tener paz, salud mental o consciencia social; La moda tecnológica, el consumismo, los patrones de belleza, la constante carrera por el “éxito” y la tenencia económica, las “tendencias” mediáticas, compras por aquí, compras por allá, memes de burla, insultos, discusiones ideológicas, peleas irracionales de novela, crítica generalizada, todos contra todos, sin saber claramente “por qué”.
Con este ejercicio, me topé con algo interesante, casi todos tenemos un “valor central” o un pilar central, una actitud, un hábito que buscamos mostrar todo el tiempo e incluso enseñar a los demás, pero también todo lo que compartimos refleja algo de nuestra cultura y sociedad y lamentablemente no todo es “bueno”, todos caemos en dejarnos llevar por un discurso popular, por una tendencia de consumo o le encontramos el morbo al conflicto social, alimentando justo lo contrario de lo que queríamos mostrar de nosotros mismos.
Bajo esta premisa, podemos afirmar que “Todos somos influencers”. Que no te distraigan los esquemas y estándares impuestos acerca del número de seguidores que debes tener y el tipo de contenido que buscas compartir, eso es irrelevante, pues, en principio, todos tenemos temas, valores y una forma de entender el mundo y la vida, que, sin el afán de querer compartirlo, vender algo o intentar enseñar a los demás, naturalmente somos referente para más de alguna persona que decide vernos como “ejemplo”. Nuestro comportamiento y el tipo de contenido del que hablamos o compartimos, inspira e influye en el decir y comportamiento de otras personas a nuestro alrededor o incluso a personas detrás de las pantallas. Así que ser “influencer“ no es un título adquirido o algo exclusivo de personas que dedican sus energías en ganar seguidores en redes o venderte productos o servicios patrocinados, ser un influenciador es una cualidad innata del ”ser” social.
Sobre todo cuando hemos decidido dedicar nuestro “quehacer” a actividades artísticas o de emprendimiento y necesitamos que más personas conozcan nuestro proyecto, nos volvemos fuente de “inspiración” o influencia de muchas cosas y más aún con las redes sociales, donde todos tenemos en gran o menor escala, una audiencia y en palabras de mi buen amigo Pedro Boche: “tener una audiencia, es tener poder”. Aunque tu labor principal no sea dedicarte a influir en las compras de las demás personas, todo lo que dices, haces y publicas, se convierte en material de influencia para los demás. Y entonces, ante la premisa de que todos somos influenciadores de ideas, de chistes, de cultura, de pensamientos y comportamientos... la pregunta sería ¿Tú, qué estás influyendo en los demás?.
El arte, las lecturas, los chistes y sobre todo la música que escuchas y que compartes, quieras o no, influye en el comportamiento y guía la conducta social, tuya y de las personas con quienes te relacionas.
¿Cuál es tu centro?, ¿cuál es tu lucha?, ¿qué estás proyectando de ti en los demás?. No es volverse autocrítico, pero sí hacer una autoevaluación. Verse en los demás es ver una parte importante del espejo; la congruencia entre quien piensas que eres y lo que eres en realidad determina el tipo de influencia que eres para otros. Insisto, no pierdas de vista que la opinión de los demás no es la cruda verdad, pero bien que es una fuente de retroalimentación a la que también debes prestar atención.
Aunque parezca que lo que dices, haces y compartes pareciera ser puro entretenimiento, ocio, o un personaje ficticio, siempre hay alguien a quien puedes mover con tus intenciones y acciones (sobre todo a los niños y niñas que potencialmente seguirán los patrones de comportamiento que vayas marcando), así que la persona como te muestras en las redes tiene la capacidad para engendrar amor o violencia, consciencia o destrucción, equidad o machismo, salud o irresponsabilidad, respeto o burla.
¿Quieres cambiar el mundo, o el rumbo de la consciencia social?, empieza a cambiar tus conversaciones, tus chistes y tus ideas corruptas o burlescas. Cambia el cuento, cambia la narrativa. Empieza a cambiar tu entorno inmediato, porque el problema no es solo político o de estructura social, es cultural, es ético, es personal, es generacional.
Antes que ciudadanos y mucho antes que “contactos” o “seguidores” en las redes, somos humanos en comunidad, cuidémonos entre nosotros, sobre todo a los más pequeños, que hoy por hoy comienzan desde temprano a “moldear” su comportamiento influido por personas que no conocen pero se vuelven “cercanas” a través de las pantallas. Alentémonos y sobre todo hagamos vida con nuestra voz y voluntad, seamos ejemplo de todo aquello bueno que creemos en el mundo, de amar al Planeta, de Amar y respetar toda forma de vida, de no alimentar tanto el consumo masivo y ser propositivos de ideas transformadoras de narrativas. Que todo lo que proyectemos y comuniquemos tenga una intención voluntaria, porque seas o no consciente de ello, la intención está ahí.
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